Me encanta poder despertarme y quedarme un rato en la cama pensando en mis cosas. O en tus cosas. O en las cosas. O en nada, porque al fin y al cabo no tengo grandes cosas sobre las que pensar. Me levanto al cabo de un tiempo, sin haber mirado aún ningún reloj que me diga que el mundo sigue en marcha a pesar de que no me sienta capaz de seguirlo. Nunca me siento capaz de hacerlo. La persiana está bajada, así que tengo que esperar a llegar al salón para ver si hoy ha salido el sol o nos cubre una capa de lluvia que choca contra el suelo y deja charcos que puede, quizás, a lo mejor serán usados como juego por algún niño. Hay días que me siento impermeable. Salgo a la terraza y miro a través del cristal las gotas que siguen el camino inevitable a la destrucción. Pero hoy no es uno de esos días. Así que si lloviera seguramente habría salido a la terraza y la habría abierto. Y si lloviera poco habría tenido que sacar la mano para poder sentir el agua. Y si lloviera mucho habría acabado mi cara empapada y habría formado parte de la tormenta. O no. Quién sabe.
Pero hoy no llueve, así que agacho la cabeza y me tiro en el sofá. El mando de la tele me mira con rabia. El pobre sabe que no voy a usarlo. Que no quiero. Que nunca quiero. El sofá es mullido pero viejo, así que el uso de tantas mañanas parecidas le ha dejado una marca que no se podrá borrar. Nadie puede borrar el paso del tiempo, por mucho que lo intente. La música es mi refugio durante un rato. Y si llueve escucharé algo de metal. Un poco de clásicos. Una pizca de melodías melancólicas. Pero no llueve. Así que me pongo algo de amor y un pelín de sexo y mucho anhelo y otro tanto de incomprensión. Te pienso entonces. Pienso que nunca sabrás que te llevo pensando toda la mañana. Que desde que me levanté mi pensamiento estuvo contigo, aunque suene a obsesión y mucho tiempo libre. Que he soñado contigo hoy. Que hemos compuesto una canción de la que no recuerdo la melodía. Pero me llevo tu sonrisa etérea, como son las cosas en los sueños. Me llevo el vago recuerdo de tu voz, el escenario al que subimos, la gente que nos aclamó. Me llevo mi sueño contigo que es tu sueño porque tú siempre me dices que quieres eso. Eso. Lo que yo he soñado. ¿Te lo contaré?, ¿te diré que estabas magnífico ahí encima con la guitarra entre las manos y los ojos brillando más que los focos que nos enfocaban y calentaban nuestras nucas? Pero, ay, ¿cómo se supone que lo haré? Porque si te digo "he soñado contigo" tú pensarás lo que crees que no es pero está siendo. Lo que lleva siendo tanto tiempo. Y si te digo eso, ¿no acabaré comentando otros sueños, otros grandes momentos que nunca fueron y seguramente no serán, pero que han sido y son recuerdos hermosos que he llegado a atesorar? Contigo. Siempre contigo. Todos los días. ¿Cómo te lo digo? O mejor... mejor lo dejo en mi mente, en mi dicha y lo convierto en mi pequeño secreto. No hace daño a nadie más que a mí. No es real y duele. Pero es, y eso a veces es suficiente para mí.
Porque no quiero hacerlo. No quiero decirte que mi rato tirada en la cama es para pensar en tu sonrisa y recordar que sueño tus sueños por muy raro que suene eso. Que es un tiempo para sentir el vértigo en la boca del estómago y el peso de lo que siento aplastándome y abrumándome. Para cerrar los ojos y saber que es grande, que está ahí, que no sé qué hacer con ello y por eso no hago nada pero que qué podría hacer si te amo tanto que duele mientras tú la amas tanto a ella que sufres. No quiero que sepas que me asomo a la ventana porque la lluvia me recuerda a ti. Porque cualquiera diría que eres un día soleado pero yo sé que no te gusta el calor así que cuando hace frío me imagino que me abrazas y todo está bien. Algún día algo empezará a estar bien, lo sé. Cuando asuma que los sueños suelen quedarse en eso y que tengo que empezar a soñar los míos propios para dejarte atrás. Que esos sueños no pueden ser tú, que los momentos tumbada en mi cama pensando en mis cosas después de despertarme se tienen que acabar, porque es más fácil terminar con eso que conseguir que mis cosas dejes de ser tú y tu sonrisa, tú y tus palabras, tus ojos, tu cara, tus manos, tu música, tu todo.
Créeme cuando te digo aquí y ahora que esto es algo que nunca sabrás.
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