—Já, gané.
—La cuestión no es ganar.
—¿Entonces es perder?
—No, claro que no.
—Pues será ganar.
—No. No es ganar ni
perder.
—¿Y entonces por qué
narices existe eso de ganar o perder?
Le miré fijamente.
—He vuelto a ganar.
Sonrió pícaramente.
Suspiré.
—No es cuestión de eso.
—Pero tiene que ser
cuestión de algo.
Me miró serio.
—O no.
—Tiene que haber una
razón— recalcó la primera palabra y me miró con esos ojos que parecían
pronunciar mi nombre. Casi escuchaba su voz, ese tono que decía "no seas
cabezota, yo tengo razón".
—Pues claro que la hay.
Alzó una ceja con
curiosidad. Me giré ligeramente y le ignoré.
—¿Cual?
—Una.
—¿Cual es?— se acercó un
poco más a mí.
Sonreí.
—Es una.
Bufó con irritación.
—Qué graciosa.
—Lo sé.
—Era irónico.
—Lo sé.
—¿No sabes decir otra
cosa?
Ladeé la cabeza para
mirarle.
—¿Quieres saber cuál es
la razón del juego?
—Ah, ¿estamos jugando?—
se acercó un poco más. Nuestros alientos se mezclaron y sus ojos se desviaron a
mis labios.
Hice una mueca.
—Nosotros siempre
jugamos.
—A veces hacemos otras
cosas.
—No. Nunca.
—¿Esto es un juego para
ti?
Me acerqué a su oído.
—Uno muy divertido.
Se estremeció.
—¿Y quién gana?
—Lo sabes perfectamente.
—Bueno, pero quiero que
lo digas.
—Pierde el primero que se
rinde.
—¿Se rinde?
—Sí.
—¿Entonces gana el que
resiste?
—Obviamente.
Se inclinó un poco más y
tragué saliva. Estaba muy cerca.
—¿El que resiste a qué?
Mis ojos se desviaron un
momento a sus labios y después volvieron a sus ojos. Pero se había dado
cuenta ya y me observaba con la diversión brillando en su mirada.
—A caer en la tentación.
Volvió a acercarse a mis
labios y yo me quedé como una estatua, expectante. Pero en el último momento retrocedió y
dibujó una sonrisa.
—¿Cuál es la tentación?
Me mordí el labio.
Suspiré, sabiendo que había perdido, y le besé por fin. No hicieron falta más
palabras, porque él sabía perfectamente quién era mi tentación, y yo sabía con detalle quién era la suya. Era algo que
me hacía feliz. Cuando nos separamos un momento para coger aire tardó un
segundo de más en volver a posar sus labios sobre los míos. Y aprovechó mis
sentidos embotados por su aroma para declarar sentencia:
—Já. Gané.
No pude evitar devolverle
la sonrisa.
A veces perder no está tan mal. Y después de todo, esa no es la
cuestión, ¿no?
BRAVO.
ResponderEliminarHola Alba, soy Sandra (@Sandramonstr). Acabo de encontrar tu blog y me gusta muchísimo como escribes, sigue haciendolo. Un beso :)
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