Ojalá pudiera sacarte una sonrisa con estas palabras.

Nunca me había pasado. Estar sentada con mis amigos pasándolo bien y que alguien se cuele en mi mente. Estar tumbada en la cama y que pase lo mismo. Aquí, allá, ahora, después, antes y, posiblemente, en todo momento. Es una sensación extraña. Ese nerviosismo que sube por el estómago, me atora la garganta y no me deja respirar. Porque todo lo que hago está un poco incompleto sin ti. Me haces falta aquí, a mi lado. Quiero poder disfrutar de ti y de tus risas, de ti y de tus muecas, de ti y de tus palabras, tu voz, tu olor, tu presencia. Sentado junto a mí, compartiendo tus momentos conmigo. Creo que no podría pedir más. Porque no puedo dejar de imaginar, ¿sabes? Si me despierto es casi obligación pensar en cómo sería hacerlo contigo a mi lado, aunque fuera un día solo por circunstancias especiales. Aunque ese despertar no estuviera acompañado de besos en el cuello y risas que erizan los pelos del cogote. Quiero sentir tu presencia por las mañanas y que no sea sólo el espectro de un sueño que se me escapa. Quiero cocinar contigo, porque no sé cómo es eso de compartir un espacio contigo para hacer algo y si hago algún bizcocho no puedo evitar pensar en si te gustaría. ¿Te gustaría? Mi nudo en la garganta es descorazonador a veces. No estás aquí, esa es la realidad. No están tus sonrisas ni tus manos, que son tan grandes y me encantan. No están tus palabras y los piques y los pequeña y, en realidad, no está nada, porque no estás aquí. Es un vacío. Un vacío que pica en los ojos y hiere la sonrisa. ¿Eres un vacío? Pero es que suena una canción y cierro los ojos y ahí está tu cara, el fantasma de mi estómago revuelto, la presión en mi pecho, que nunca se va. Me pongo nerviosa y tengo ganas de escribir y escribir y escribir y ponerme una cámara delante y empezar a hablar y contarle al mundo todo lo que siento aunque sea indescriptible, tirarme horas hablando hasta que la boca se me seque y empiece a llorar, no de tristeza, tampoco de felicidad, sino de pura emoción. Quiero, quiero, quiero. Ojalá, ojalá, ojalá. Adoro, adoro, adoro. Me gustas, joder, no es tan difícil de entender. Pero no estás, y mientras yo me pierdo queriéndote a ti tú te dedicas a amar a otra. No es justo. Muchas veces lo pienso. Sé lo que diría mucha gente: la vida no es justa. Pero cuando se trata de ti soy avariciosa y egoísta a veces, aunque tenga tanto miedo de perderte que no te diga nada y ansíe tanto tu felicidad que desee con toda mi alma que esa chica te haga feliz. Quiero tus besos, anhelo infinitamente tus abrazos, no puedo dejar de pensar en tu sonrisa. Pero sería tan feliz con poder compartir un poco más de mi vida contigo... Porque estás lejos y duele tu ausencia, tu no estar, tú. Dueles aquí en el pecho pero no importa. No importa.

Es abrumador, es extraño, es confuso. Porque siempre me has encantado y perdí mi oportunidad, quizá, hace ya mucho tiempo. Porque no sé si tengo suerte de estar lejos y no verte abrazándola o estoy loca por envidiar a tus amigas, que están más cerca de ti y te ven más a menudo. ¿Lo llamarías obsesión? Porque yo no sé qué nombre darle y lo cierto es que ya no sé lo que escribo, pero sé que es lo que siento por muy confuso que sea. Y lo sé porque ahí está mi nudo en la garganta y mi mente repleta de tus sonrisas y los recuerdos, que son escasos pero suficientes. Porque quiero verte y escuchar tu risa, pero no puedo. Duele de una forma que no destruye pero hace heridas que no sé si sanarán. Esto es grande y tengo que contárselo a unos píxeles porque lo sé, sé que si yo no lo entiendo tú tampoco lo harás. ¿Y si te lo cuento? Después, ¿qué? Por eso callo y me muerdo el labio sin hablarte aunque lo desee porque, joder, no soy una de esas pesadas que agobian a la gente. No me gustan los agobios, por eso tengo tanto miedo a las relaciones, ¿sabes? Pero es distinto contigo. Porque daría todo lo que soy por tener esa oportunidad de hacerte feliz y ser tu felicidad, la razón de tus sonrisas, el por qué de tus palabras. Pero sé que no puede ser, así que me trago lo que siento y lo dejo dentro, revolviéndome el estómago. Me contento con ser tu amiga aunque no sea ni eso y qué se le va a hacer si a mí me gustaría hablar contigo todos los días y sin embargo a ti no. A ti no. Lo sé, porque no soy tonta y lo veo y espero que tú no veas lo que yo siento pero en fin. En fin. A veces creo que sería mejor decirlo, quitármelo de encima, chocarme con la realidad. Tirarlo todo por la borda, presentarme a tu lado un día al azar y decir, ¡eh!, tenemos que hablar. O simplemente escribir, que es lo que se me da bien. Soltarlo, que lo leas y ya. Acostarme un día sabiendo que la respuesta vendrá y no llorar, porque yo lloro de rabia y no puedo sentir eso hacia ti. No es tu culpa. No pediste que yo sintiera esto, no puedo culpar a tu forma de ser por lo que siento, aunque sea el motivo. Y sería fácil y simple. Poner tu nombre ahora, aquí. Pero no lo haré. Porque soy cobarde. Me imagino cómo sería esa conversación, el inevitable "lo siento, eres genial pero". No quiero. ¡No quiero! Así que escribo aquí todo esto que nadie leerá. El nudo en la garganta sigue, pero al menos he dicho unas pocas cosas de todas las que tenía que decir. No te he pedido que te enamores de mi risa, que te guste escucharme embobado, que suspires por mis ojos y anheles mis labios. Porque no es algo que se pida, es algo que se da y seguiré esperando el día en que, quizá, me des algo de eso. Que te quiero, pero sobre todo quiero poder hacerte feliz, quiero ser yo el motivo, quiero... quiero demasiadas cosas. Me contentaré con reunir fuerzas para hablarte sin miedo a ser pesada, a dejar de tener miedo a lo que siento. A intentar ser yo misma contigo y que esa sea mi forma de luchar. Ojalá pudiera sacarte una sonrisa con estas palabras. Ojalá no sepas que esto va por ti, porque no sería una sonrisa lo que sacaría, seguramente.