Bienvenidos.

Sonrisas que iluminan mundos sin saberlo.

Imaginemos


Imaginemos por un momento que es posible volar sin aviones ni artefactos creados por el ser humano. Imaginemos que cuando ella se tiró al abismo se encontró siguiendo al viento en su eterno viaje alrededor del mundo, que fue brisas y ventiscas, lluvia y sol, que acarició montañas, bosques y playas. Imaginemos que se hizo aire y navegó eternamente por el mundo. Que, de alguna forma, sobrevivió.

Imaginemos algo más fácil. Imaginemos que el fuego no empezó. Que aquellos canallas que tiraron el cigarrillo por la ventanilla del coche en medio de una hierba seca por la falta de agua no estaban allí. Imaginemos que ninguno de ellos fuma, que jamás se juntaron con aquella pandilla de tipos duros y mayores que los llevaron por un camino de decadencia que los envolvió entre drogas y violencia y ya jamás les permitió tener conciencia de que el mundo es una cadena de pequeñas casualidades; que todo lo que hacemos tiene sus consecuencias.

Imaginemos que sí que fumaban en aquel momento y sí tiraron ese cigarrillo. Imaginemos que el fuego no se extendió, que empezó una enorme tormenta de verano que impidió el desastre, que el viento no galopaba feroz entre los árboles, que ella no estaba cerca del acantilado y que las llamas no la cercaron.

Imaginemos que su mejor amiga no murió en aquel incendio. Que no tenía miedo al fuego desde los cinco años, que se quemó parte del cuerpo pero aguantó hasta que un equipo de salvamento llegó y se la llevó de allí, salvándola. Imaginemos que tenía vértigo y prefería ser pasto de las llamas que saltar al vacío. Imaginemos que la marea no era tan fuerte, que las piedras de ahí abajo no eran tan afiladas.

Imaginemos que sigue aquí.

Imaginemos que jamás tuvo que ponerse en esa tesitura, que aquel día se quedó en su casa, que no le gustaba hacer fotografías, que no estaba en aquel curso de dibujo y que no decidió que aquel era el paisaje perfecto.

Imaginemos que nadie tuvo que llorar, que nadie se sintió perdido, que no hubo tragedia que contar. Que aún se pueden escuchar sus risas por el barrio, que su madre no se medica para poder sobrevivir a la enorme depresión en la que está sumergida, que su padre sigue llevando camisetas de vivos colores, que su perro sigue corriendo detrás de su bicicleta, que sus amigos no han hecho ningún altar en su rincón favorito del mundo porque no hay motivo para ello.

Imaginemos que fue solo un sueño, que su novio se está despertando ahora mismo con un ataque de nervios, que no estuvo horas y horas llorando en su tumba, que no se quedó más de una noche en el cementerio, que no la tuvo que enterrar, que no le lleva una azucena todos los días. Imaginemos que correrá hacia el móvil que se está cargando en la mesa y la llamará, aunque son las siete de la mañana y seguro que no está despierta. Imaginemos que responderá al cabo de un rato, que le preguntará qué ocurre, que ese día se saltarán las clases y él se tirará horas abrazándola a ella en vez de abrazar su recuerdo.
Imaginemos.

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