Bienvenidos.

Sonrisas que iluminan mundos sin saberlo.

Y aún sigo preguntándome cómo eres capaz de hacer algo así

Sé que asomarse al abismo da miedo, pero inténtalo, por favor.
 Quizás te merezca la pena.

Me llamaste tonta. Y te miré, por fin. Sonreías. Volviste a repetirlo otra vez, esa palabra. Sonreíste aun más (si eso es posible). Y de alguna manera no sonó a insulto, no supo a desprecio, no fue lo que debía haber sido, ni significó lo que debería haber significado. Escuché el cariño que iluminaba tus ojos, y me quedé sin respiración al darme cuenta de que ese tonta era un te echo de menos y  varios deja de poner excusas y abrázame, joder. Así que lo hice.

Coges lo que debería ser y le das la vuelta. Contigo cuentan más las inflexiones y el tono y los matices y la sonrisa inquieta y divertida. Me miras con los ojos, me hablas con la boca, pero te comunicas con el alma. Tienes tu corazón en la mano, no sientes miedo (o quizá, se te da muy bien esconderlo de mí). Me lo enseñas, me lo tiendes, me lo entregas y lo dejas ahí, esperando que yo sepa cuidarlo, que lo haga bien y no haya caídas ni tropiezos ni arañazos ni cicatrices y sonrisas rotas que dan ganas de llorar. Y yo dudo y no sé qué hacer, no sé dónde ir, no sé cómo actuar. Pero tú estás de pie, a mi lado, y no dudas, no temes ni por ti, ni por mí. Y es por eso que te aprecio, por esa manera tuya de quererme, de confiar y esperar demasiado, de plantearme metas imposibles, de ser el motivo que necesito para llegar ahí cueste lo que cueste, sea como sea. De no permitirme rendirme, ni fallar, ni dejar de intentarlo. Coges lo que debería ser y le das la vuelta, y consigues que mi miedo sea tu confianza, que tu protección sea necesidad de verte bien y hacerme fuerte para que no sufras. 

"Pequeña", y me giré. Me giré y tuve ganas de correr y de dar algún puñetazo y de dejar de llorar porque yo no quería ser pequeña y frágil y necesitar ayuda. Sabías que no quería eso, no ahí, no en ese momento. Pero no hiciste caso y te acercaste y quisiste cuidarme y protegerme y yo me rebelaba porque soy fuerte, ¿sabes? Porque aún tengo que demostrar lo que soy, lo que valgo. Y puedo llegar a valer mucho. Al menos, eso quiero creer. "No te preocupes, pequeña" sentándote a mi lado, sin mirarme, con tu calor atravesándome y arropándome (y agobiándome). Quise alejarme, no necesitarte, no quererte ahí al lado. Quise no entenderte, y enfadarme y recriminar "yo no soy pequeña", porque no, no creo que lo sea. No quiero serlo. Aunque las lágrimas abrasen y no dejen de caer y el nudo se haga más y más grande y me abrume tanto que solo quiera la protección de mis sábanas y ese hechizo que hace posible separar el mundo en "fuera" y "mi refugio". Pero lo hiciste de nuevo. Otra vez. Hiciste que el pequeña fuera eres grande, que el no te preocupes se convirtiera en tú puedes con esto y con más, que destacar mi fragilidad significara que confiabas en mí y en mis posibilidades. Y aún sigo preguntándome cómo eres capaz de hacer algo así. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario