Bienvenidos.

Sonrisas que iluminan mundos sin saberlo.

Cómo debería ser una historia de amor.

Eres toda esa confianza, toda esa intimidad, toda la tranquilidad y armonía que siento cuando estoy a tu lado. Eres lo que yo soy contigo, que es mejor y más bonito que el hueco que dejas cuando te vas. Eres tan extraño y tan particular, tan extravagante en tus imperfecciones, que te hacen persona y te hacen ser quien eres; eres tan encantador en tus errores, tan enigmático y tan bueno para parecer bastante más tonto de lo que realmente eres. Eres tan detallista en tus despistes, tan preocupado en tus comentarios superficiales que jamás me han hecho gracia. Eres tan increíble que me dan ganas de llorar a veces, porque la vida es una hija de puta.

Es una jodida hija de puta. E imagino lo feliz que sería si la vida fuera más benévola. Si juntara lo que tiene que juntar, en vez de separarlo y complicarlo todo. Imagino que sería igual pero mil veces más bonito. Más simple. Y yo me sentiría más tranquila, más alegre, más yo. Porque solo consigo ser yo cuando estoy contigo, ¿sabes?

Pero no. Esto no es simple como la estructura de un cuento de hadas. Aquí no hay hadas madrinas ni finales felices en los que un beso de amor soluciona todo. (Ni siquiera es de esa clase de cuentos que no acaban del todo bien pero, qué sé yo, tienen moraleja).

Y así es la vida, supongo.

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